El Breguet Maria Antoinette, un poema en un reloj de bolsillo
Desde algunos círculos dedicados a la relojería se considera al modelo Breguet Maria Antoinette una de las mejores creaciones de la historia en este sector.
Su nombre se debe a la gran fascinación que por él sentía la reina Maria Antonieta, la cual murió sin poder ver su último encargo a la firma.
La historia de este modelo está cargada de misterio y de curiosidades: una de ellas fue su proceso de elaboración, ya que comenzó en la década de 1780, comenzó a comercializarse en la de 1880 y ha desaparecido en la de 1980.
En Pawn Shop, donde nos gusta contar las curiosidades de los relojes más afamados del mundo, nos vamos a adentrar en esta historia sobre la creación de una auténtica obra de arte de la relojería.
Breguet Maria Antoinette: historia de una obra maestra
En 1775, Abraham-Louis Breguet, de origen suizo y con tan solo 28 años, llegó a Quai de L’Horloge, el epicentro relojero de París en aquel entonces, realizando un trabajo que revolucionó lo visto hasta entonces en este campo.
Había aprendido los mecanismos de los relojes gracias a su padrastro, que le hizo su aprendiz tras sacarle del colegio. Antes de llegar a los 45 años de edad, Breguet se erigió como el mejor relojero vivo por los avances que consiguió.
Breguet era un chico que acudió a la capital gala para adquirir conocimientos sobre la creación de pequeñas piezas, nociones más sólidas y profundas de relojería y de comprensión del tiempo.
Terminó enamorándose en París y se estableció definitivamente tras su boda, instalándose en un taller propio en el barrio relojero por excelencia de la ciudad.
Primeras creaciones
Una de las primeras creaciones de este maestro fue el Perpetuo, un artículo innovador para la época, ya que su funcionamiento se basaba en la energía que se producía con el movimiento de quien lo llevaba.
Los expertos en historia de la relojería consideran este artículo como una de las claves en su desarrollo, en términos de mecanismos y estética.
Su eficacia y precisión para medir el tiempo hizo que la mayor parte de su clientela fuesen personas con un alto poder adquisitivo, aquellos que vivían cerca de su taller, entre la que se encontraba la reina María Antonieta, esposa del rey Luis XVI, residentes en el Palacio de Versalles.
Como tener un reloj de Breguet suponía un sello de distinción social y económica, un auténtico artículo de lujo que mostraba los ciclos de la luna o el calendario de forma moderna y sofisticada.
Nacimiento del Maria Antoinette
Ante la fama que adquirió, Breguet recibió la propuesta de elaborar un reloj destinado única y exclusivamente para quien por aquel entonces poseía el título de reina de Francia.
Para el encargo de María Antonieta, el relojero más prestigioso del momento debía incluir aún más prestaciones a su creación, como un termómetro, la hora solar, tener en cuenta los años bisiestos en su calendario o que todos los componentes internos estuviesen hechos de zafiro.
Se trató de un encargo cuyo origen es desconocido, pero en el que no se estableció ningún límite temporal ni económico, con la única misión de satisfacer las necesidades de la reina.
No obstante, unos años después, en 1789, se inició la Revolución Francesa, un punto en la historia que fue muy negativo para los intereses del relojero. Como tenía vínculos con la nobleza y en aquellos momentos de revueltas populares esto estaba mal visto, regresó a su Suiza natal en 1793 con su creación a medio hacer, casi al mismo tiempo que María Antonieta era ejecutada en la guillotina.
Breguet regresó en 1795 a París, encargándose desde entonces de abastecer de productos de relojería a la nueva corte de Napoleón Bonaparte.
A pesar de este cambio, él continuó empeñado durante décadas hasta su muerte, en 1823, falleciendo sin haber terminado su obra maestra, la cual la completaría su hijo cuatro años más tarde, homenajeando así el empeño de su progenitor con el Breguet Maria Antoinette debidamente terminado según las premisas de la reina.
A partir de ahí, el Breguet Maria Antoinette pasó por varias manos, siendo la primera la del paje de María Antonieta, el marqués de Groye, cuya muerte hizo que se comercializara a finales de siglo XIX. En 1917, un coleccionista británico llamado David Salomons lo adquirió, al igual que otro centenar de productos de esta marca, proclamando su alegría por esta compra con una frase que pasó a la historia: “Llevar un reloj de Breguet es sentir que cargas el cerebro de un genio en tu bolsillo”.
La desaparición misteriosa del Breguet Maria Antoinette
La hija de Salomons heredó esta colección y la donó al Museo de Arte Islámico de Israel, donde permaneció hasta que en abril de 1983 se produjo el considerado como mayor atraco de relojes de la historia, en el que un individuo se llevó algunos cuadros y libros, además de más de un centenar de relojes, entre los que se encontraba, cómo no, el Breguet Maria Antoinette; la investigación policial no pudo dar con el responsable y el paradero de esta joya de la relojería fue durante décadas una incógnita.
Nicolas Hayek, dueño de Breguet, anunció en 2005 un plan para crear una réplica de este artículo, una vez desistió de toda posibilidad de encontrar el reloj sustraído.
Lo curioso fue que, a pesar del arduo trabajo para conseguir una copia, el cual les llevó 2 años para fabricar a mano los 823 componentes, poco antes de presentarla, una curadora de nombre Rachel Hasson recibió informaciones sobre el lugar en el que se encontraba el botín, tras lo cual se pudieron recuperar casi todas las piezas, gracias a que el ladrón confesó a su esposa lo que hizo justo antes de morir en 2004.
El Breguet Maria Antoinette regresó al museo israelí y desde entonces permanece en el mismo sitio, eso sí, con unas medidas de seguridad mucho más optimizadas que en su primera etapa.
Esta es la historia de un reloj que adquirió una notoriedad muy alta en esa época por la calidad y la precisión que se consiguió con cada uno de sus componentes. Su largo proceso de elaboración y su carácter de distinción han hecho que sea uno de los artículos de la relojería más codiciados en el mundo.